Una herencia y un imperio
Por Leticia Castro
Arte: Jael Díaz Vila
Fotografía: Ernesto Ryan
Luego de años de moverse en las primeras planas de la política argentina, Francisco De Narváez cultiva un perfil bajo aunque sus empresas no paren de crecer. En la actualidad se transformó en uno de los líderes supermercadistas uruguayos y uno de los más poderosos distribuidores de productos de la región. El método para forjar ese archipiélago de comercios sin prestarle atención a la resistencia del sindicato fue tan eficaz como sencillo: extenderse a tantos rubros como fuera posible.
Franciso de Narváez siempre recordó una frase que su abuelo repetía: “no hay que poner todos los huevos en la misma canasta”. Se inició en la vida empresarial heredando una cadena de supermercados internacional y, siguiendo su consejo, compró tiendas de electrodomésticos, farmacias, marcas de ropa, distribuidoras de alimentos y de comercio en línea. A los 68 años preside un grupo del que dependen más de 22.000 familias latinoamericanas.
Al terminar el día calcula las decisiones que tomó, y sólo las valora si más de la mitad han sido buenas, según ha contado él mismo alguna tarde distendida, entrevistado en Punta del Este. Entiende que esa es la meta que debe alcanzar un buen líder: un promedio de buenas decisiones. Algunas debe tomarlas en fracciones de tiempo muy breves. Por eso, para De Narváez cada segundo cuenta: un minuto es el margen que tiene una persona que se asome a su escritorio para convencerlo de que vale la pena su atención. ¿Será por eso que los trabajadores de Ta-Ta, su principal negocio en Uruguay, no han podido lograr que les conceda una reunión?
Diversificar el negocio es una estrategia que aplica en varios países. El grupo tiene presencia en Ecuador a través de Almacenes Tía, Tía Express, Tienda TATA y Supermercados Magda, con más de 8.000 empleados en 210 locales. En Argentina, compró Walmart en 2020, y ahora cuenta con más de 90 locales y unos 9.000 trabajadores. Además, el Grupo De Narváez es socio del grupo textil L Catterton, que tiene marcas como Rapsodia, Baby Cottons y Caro Cuore.
La historia empieza en la antigua Checoslovaquia, en 1933, cuando su abuelo Karel Steuer abrió una pequeña tienda. De él heredaría el negocio, Casa Tía. Su tío abuelo fue ministro de gobierno de ese país antes de que el nazismo obligara a la familia a migrar a Colombia, donde Francisco nació en 1953. De él heredaría el apodo, Franta. Francisco tenía sólo tres años cuando el negocio colombiano se expandió a Uruguay, abrieron el primer local, que se llamó supermercados Ta-Ta, y que ahora tiene 90 locales en los 19 departamentos del país y más de 100.000 clientes diarios.
Antes de levantar el archipiélago de supermercados que brotaron en todo Uruguay, o en medio de ese proceso, De Narvaez volvió a pensar en lo que le habría aconsejado su abuelo. O al menos actuó en consecuencia. El grupo tuvo en la última década una expansión acelerada en dos caminos: el crecimiento horizontal -comprando negocios más pequeños del mismo rubro -como Multiahorro y Superestar- y la diversificación a otras actividades.
La segunda vía ha sido más pronunciada: el modelo de negocios de De Narvaez ha crecido mucho en los últimos años explorando nuevos mercados y ofreciendo otros productos. En 2013, además de comprar el supermercado, adquirió sus sucursales de electrodomésticos Multiahorro Hogar. En 2016 empezó a expandirse a la marca de ropa BAS, con la inauguración de las primeras tiendas. En 2017, se quedó con todas las acciones de farmacias San Roque. Al año siguiente, adquirió Woow, una plataforma de comercio electrónico. Un año más tarde intentó comprar la cadena de supermercados Disco, pero en defensa de la competencia encontró un límite. Llegó al 2020 con la compra del mayorista Frontoy, que también fue observada por la Comisión de Promoción y Defensa de la Competencia pero finalmente fue archivada; y en 2021 sumó el portal 321+ de venta de artículos de supermercado en línea.
Ahora, además de Ta-Ta, tiene 36 locales de Multiahorro Hogar, 25 tiendas de Bas, 37 farmacias San Roque, 3 iDigital -la unidad que aglomera todo el negocio digital de las empresas- y el mayorista Frontoy. Según explicó en otra entrevista, el grupo se expande para lograr “ofrecer una compra inteligente con ofertas de Multiahorro, la posibilidad de sumar puntos comprando en Ta-Ta e ir a San Roque y canjearlos por un perfume. Esa combinación uno la ve en la alacena de una casa o mirando una televisión, una heladera, una cocina, ahí estamos presentes. Esa es nuestra estrategia”.
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Con un nombre tan británico, pocos imaginan que Christopher Jones, la mano derecha de De Narváez en Uruguay, nació en la provincia argentina de Córdoba. En 2017 recibió una llamada de su amigo Francisco. Era la segunda vez que le ofrecía trabajar para él, pero la primera había sido en un puesto menor, cuando era un joven inexperto y recién llegado de estudiar en Estados Unidos; ahora lo invitaba a volver al Grupo por la puerta grande: una silla en el directorio y un país entero a su cargo.
Como De Narváez había hecho años antes en Argentina, Jones quiso hacer patria en el nuevo destino: un primer paso fue obtener la residencia y tal vez el segundo enmarcar y colgar la camiseta firmada de Edison Cavani en su despacho.
Christopher Jones, amigo y mano derecha de De Narváez en Uruguay.
—Siento un importantísimo sentimiento de libertad en Uruguay, de que puedo ser quien yo desee ser, comportarme como quiero y hacer lo que quiero, y eso es extremadamente importante.
Jones recibe a los visitantes rodeado de su equipo de asesores, que le recuerdan las reuniones que tuvo antes y las que tendrá inmediatamente después. “¿En qué puedo ayudarte?”, dice la tarjeta que cuelga por encima del bolsillo de la camisa con su nombre y su foto, a pesar de que en las oficinas centrales de Ta-Ta no hay nadie que no sepa quien es. Su escritorio se conecta a una gran sala de reuniones, con una mesa de madera en el centro, que lo tiene en la cabecera, mirando su laptop, y en la otra punta una televisión que proyecta su fondo de pantalla, en el que se lee una de las publicidades distintivas de la empresa: “Ahorrá en serio”.
Jones dice que Uruguay le gusta por su gente, por su estabilidad política, por la sensación de libertad y porque le recuerda a su ciudad natal en Córdoba, Alta Gracia, donde el campo también está pegado a la ciudad. Aterrizó en Montevideo después de haber vivido en siete países y trabajado en varias cadenas de supermercados, incluyendo dos pasos por la cadena internacional Walmart.
Llegó con una misión concreta, que describe con una palabra siempre luminosa en los manuales del buen ejecutivo: hacer una empresa “infinita”. Nadie sabe muy bien qué es eso, y sin embargo todo el mundo puede darse una idea. Él la completa: “Somos fieles creyentes de que tenemos que construir una empresa infinita que perdure en el tiempo, que me sobreviva a mí. Por lo tanto, creemos que para ser una empresa sustentable tenemos que ser el mejor lugar para comprar, trabajar e invertir”.
Una vez al mes, el directorio del Grupo De Narváez se reúne y analiza si ese plan está en marcha. Además del presidente y de Jones, que es vocal, en la mesa se sienta el vicepresidente, Fernando Martín Minaudo, que está vinculado a la empresa desde 2003 y ahora es el director general de Walmart Argentina. El otro vocal es Jorge Federico Erhart, CEO de Walmart Argentina y es exempleado del grupo Disco de ese país, al igual que Minaudo. También participa un representante del Banco Interamericano de Desarrollo, que compró acciones del grupo a través de Bid Invest y aprobó en 2020 un aporte de capital por hasta 15 millones de dólares, sumado a un préstamo financiero en pesos por 35 millones de dólares para el desarrollo del plan de inversiones de la empresa.
Esas reuniones se dividen “en el gerenciamiento del hoy y la construcción del mañana”, según Jones. En la primera parte del encuentro se informan los resultados económicos. Al cierre de 2021, Jones reportó un balance positivo en Ta-Ta, con un margen neto de 0,16%, es decir unos 909.000 dólares. La ganancia llega tras dos años de resultados negativos, provocados por grandes gastos administrativos, a pesar de que los ingresos por ventas crecen año a año: 7,8% en 2019, 8,4% en 2020 y 6,5% en 2021, cuando alcanzaron los 7.166,8 millones de pesos uruguayos, unos 170 millones de dólares.
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Además de ser un hombre de negocios, De Narváez también es político, porque a pesar de que colgó los guantes en 2015 entiende que nunca se sale de ese ring. En Argentina todo el mundo lo conoce porque fue el que le ganó a una alianza política que venía invicta, conformada por Néstor Kirchner, Sergio Massa y Daniel Scioli. Antes y después de ese hito, tuvo una carrera que se resume más o menos así.
El político asomó en los años 90, cuando ya era una figura dentro de una clase social internacional, rica y exhibicionista, lugar que obtuvo después de vender la empresa familiar -aunque permaneció en el directorio-. En esos años atravesó una fuerte depresión que lo llevó al límite: intentó suicidarse en la suite de un hotel cinco estrellas. “Fue un momento donde teniendo todo, sentía que me faltaba todo”, diría sobre aquél episodio varios años después.
Tras el tumulto, en 2001, empezó su camino oficial en la política, cuando con otros empresarios levantó la fundación Creer y Crecer, y terminó creando su propio partido, Unión Celeste y Blanca. En 2007 aspiró a ser gobernador: salió tercero; en 2011 volvió a intentarlo y esa vez quedó en el segundo lugar.
Mientras competía por cargos ejecutivos fue electo legislador, banca que ocupó desde 2005 hasta 2015. En 2009 obtuvo el primer lugar en la provincia de Buenos Aires, en aquella victoria sobre el expresidente Kirchner, durante el mandato de su esposa Cristina Fernández.
Sin embargo, a De Narváez no sólo se lo recuerda por ese 2009 de la hazaña política, sino por los juicios que enfrentó. En mayo de ese año fue denunciado ante la Administración Federal de Ingresos Públicos (AFIP) por incrementos patrimoniales de 900% no justificados a partir de 2005, además de evasión de impuestos, defraudación y lavado de dinero. El entonces diputado aseguró que se trataba de una persecución del gobierno y los medios de comunicación. El caso se cerró con De Narváez pagando una póliza de seguro como sustitución de medidas cautelares.
También estuvo envuelto en la resonante causa de la efedrina, una investigación que rastreaba el camino de esa droga por América Latina. Quedó involucrado porque desde uno de los celulares a su nombre se hicieron llamadas relacionadas al caso, pero la investigación terminó archivada y el juez federal que la instruía, destituido.
Su última batalla política, en 2015, cuando apuntó a la presidencia, quedó trunca. Se bajó porque entendía que eran mejores otras alianzas. La salida de la pantalla argentina ese mismo año fue menos discreta, la hizo a golpes de puño. La agencia de noticias Nova publicó una nota en la que se sintió difamado, y además de llevar el caso a la Justicia, decidió presentarse junto a un guardaespaldas en la redacción y golpear al director hasta desmayarlo.
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Parece un día normal en el supermercado, pero hay algo distinto. Jorge, uno de los guardias de seguridad de Ta-Ta, se da cuenta, a pesar de que ya terminó su turno y se está yendo. Sus compañeros tienen el uniforme impecable, incluso aquellos que hasta hace un rato no lo tenían; la góndola por la que había pasado antes ahora está totalmente repuesta, no tiene un sólo hueco que pueda evidenciar que falta un producto; el orden reina en el espacio. Ahora Jorge también repara en que durante el día vio personal de limpieza extra. No tiene certezas, pero tampoco dudas de que si en ese momento pasara por el depósito no habría mercadería por ordenar. Mientras se dirige a la salida se da cuenta de lo obvio: De Narváez está por llegar.
La visita del líder del grupo argentino es algo raro, coinciden los empleados que tienen más de 15 años trabajando en diferentes sucursales. De hecho, nunca nadie lo vio en persona, salvo Jorge aquella tarde de febrero. Según recuerda, la recorrida dura el tiempo que le lleva caminar por los pasillos, 10 o 15 minutos, luego hay un par de fotos con los empleados en las que todos sonríen y pasa por el despacho a hablar otro rato más con los gerentes y encargados antes de irse.
“Cuando viene a Uruguay, lo que le interesa está en la Torre Ejecutiva”, dice Leonel Bianqui, uno de los trabajadores sindicalizados que absorbió Ta-Ta cuando compró Multiahorro. Se refiere al vínculo que el empresario tiene con el presidente uruguayo Luis Lacalle Pou, que se expresa con gestos que van desde asegurar que triplicará la inversión en el país hasta prestarle su avión para una visita al Congo la navidad pasada.
Bianqui nunca habló con De Narváez, aunque lo intentó en más de una oportunidad. Especialmente este año, para advertirle y preguntarle sobre los casos de trabajadores que, según su sindicato, han sido despedidos sin causa. “Complicidad” es la palabra que elige Bianqui para definir la relación del argentino con el gobierno uruguayo, y aclara que esta situación no viene de la mano de este gobierno, sino de antes, aunque ahora se advierta más claramente.
—Es un combo de mucha complicidad con el gobierno, lamentablemente, porque de sus acuerdos no sabemos la letra chica. Él tiene incidencia en el gobierno por la cantidad de fuentes de trabajo que genera—, dice el sindicalista.
1.500 puestos nuevos de trabajo en tres años. Esa fue la promesa que le hizo De Narváez a Lacalle Pou tras una reunión en la Torre Ejecutiva el 6 de octubre de 2021. Jones también se había comprometido con el titular del Ministerio de Desarrollo Social (Mides), Martín Lema, a que en los nuevos puestos de trabajo que se abrieran, los usuarios de apoyos del Mides, que son las personas con menos ingresos en el país, iban a ser prioridad, algo que recordó De Narváez a la prensa aquella tarde de octubre.
—Y eso se mantiene —afirma Jones—. Lo que escribimos con la mano no lo borramos con el codo, independientemente de la expansión que hagamos, esos puestos están para el Mides.
—Es una verdad a medias—dice Bianqui sobre esa promesa, como si le contestara, pero en otro momento y lugar—. Lo que no dicen es que para llegar a eso despiden a un trabajador con antigüedad y toman a dos nuevos, por menos horas y menos plata. Siguen abriendo locales y van cubriéndolos con poco personal, grandes superficies con 10 trabajadores donde antes había 50.
—Es probable que eso sea así —concede Jones—, que haya superficies más grandes con menos trabajadores, pero por distintas soluciones.
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A diferencia de Jones, que se licenció en la Universidad de Pennsylvania, De Narváez descartó la academia y se quedó con su bachillerato, a pesar de que sus padres lo mandaron a estudiar a los 13 años a Canadá. Tal vez por eso en sus 10 años como legislador en Buenos Aires De Narváez repitió muchas veces que se dejaba llevar por el instinto.
—El hombre nunca va a poder ser reemplazado, la máquina va a generar una cantidad de opciones, pero al final del día hay una cuestión de instinto —repite De Narváez frente a otros empresarios.
En la misma línea opina Jones, quien destaca el crecimiento del comercio electrónico y dice:
—Hasta ahora nadie ha puesto robots a armar pedidos, eso va a seguir, las características de las sucursales son lo que va a ir cambiando.
Sin embargo, los trabajadores de Ta-Ta evalúan que hubo “un antes y un después” de la llegada del cordobés a la dirección del supermercado, y que sus políticas de modernización han disminuido los puestos de trabajo. Tal vez teman un deja vú de lo que pasó en los años 90 en Argentina, cuando el instinto le dijo a De Narváez que debía despedir 3.500 trabajadores para lograr una verdadera modernización en sus supermercados.
Donde antes había una persona pesando la fruta y la verdura, ahora hay una balanza con una cámara vigilando desde arriba y cada quien le pone el precio a su compra. Antes la carne se pedía en la carnicería, ahora está envasada al vacío, al igual que la mayoría de los productos de fiambrería y rotisería. En el espacio en el que trabajaban dos cajeras, ahora hay cuatro cajas inteligentes.
—Un cambio radical—, define Bianqui sin matices.
—La demanda de velocidad por parte de nuestros clientes—, prefiere interpretar Jones.
El sindicato sostiene que hay una reestructura encubierta que queda expuesta al mirar quiénes son los trabajadores despedidos. En particular, señalan un último caso que catalogaron en Parlamento como “una barbaridad”, cuando fueron a pedirles a los legisladores que intervinieran. El 14 de enero de este año, echaron a una trabajadora con 16 años de experiencia como cajera con el argumento de que era lenta. El Sindicato Único de Multiahorro, al que pertenece la trabajadora, pidió una reunión con la empresa para reincorporarla, y luego la intervención del gobierno. Pero la respuesta siempre fue negativa. Bianqui asegura que, además de esa cajera, otros cinco empleados fueron despedidos, todos sindicalizados y con varios años de antigüedad, aunque en este último caso, aceptaron el despido y la indeminización.
El CEO de Ta-Ta reconoce que hay espacios en los que se necesitan menos colaboradores, pero asegura que no se pierden los puestos de trabajo sino que se redistribuyen, por ejemplo en la parte de comercio electrónico. “La cantidad de gente no varía, lo que varía es la necesidad de distintos trabajos que hay que realizar”, insiste.
—El problema que tienen es que nos resistimos a esas políticas de la empresa porque nuestra lucha siempre ha sido que el reponedor tiene que hacer las tareas de reposición, no tres o cuatro tareas—, resume Bianqui.
Jones entiende que esa flexibilidad es parte de las posibilidades que da la empresa:
—Creo que el ser humano, primero y principal, tiene que ser libre. Si quiere quedarse en esa posición para siempre, yo no lo voy a cambiar, pero si alguien quiere crecer hay que pensar cómo hacemos para darle las oportunidades.
—En eso se resume la política de grandes superficies con poco personal. La empresa en estos cuatro años ha tenido una gran rentabilidad con esa estrategia —plantea Bianqui, y no le falta la razón, porque según el reporte de sustentabilidad del Grupo Ta-Ta, hubo un crecimiento de 6,8% en facturación en 2019 y de 6,2% en 2020.
Para los empleados sindicalizados, no se trata solo de la reducción de personal, sino de la categoría de trabajo por la cual se definen y negocian los salarios—. Pedimos que el que sea reponedor haga tareas de reponedor, pero ahora entrás a Ta-Ta y te dicen “vas a ser cajero, reponedor, si viene un camión lo tenés que descargar”. Dejas de lado la categoría y te pagan un sueldo mínimo haciendo de todo un poco.
El contrapunto entre los directivos y los sindicalistas parece lejos de saldarse. Pero está claro: los hilos de la joya del imperio no se mueven oyendo a sus empleados.