Airbnb en La Habana: un sueño congelado por Trump y la pandemia
Entre abril de 2020 y marzo de 2021 la compañía generó casi siete veces menos ganancias que en igual período anterior. Fue el peor desempeño desde su arribo a la isla en 2015, luego del restablecimiento de relaciones con EEUU durante el gobierno de Obama. Retrato de un negocio en crisis en uno de los países con más trabas para los emprendimientos privados
Apenas han pasado seis años desde que Airbnb aterrizó en Cuba con promesas de éxito para todos, pero ello no parece ser más que un viejo recuerdo para la mayoría de sus beneficiarios. Desde su vieja casa republicana, Luis, un joven arrendador del Vedado, uno de los barrios más céntricos de La Habana, ha visto cómo la pandemia terminó de hundir lo que para muchos parecía el negocio de sus vidas.
—Yo estuve sin clientes desde el 16 de marzo [de 2020] hasta [este] 12 de febrero —dice—. Casi un año con el apartamento vacío.
Luis ha estado vinculado al negocio del arrendamiento desde 1997, cuando el gobierno autorizó la actividad para paliar la crisis económica que desató en el país la desaparición de la Unión Soviética. Su madre fue la primera en llevar las riendas del emprendimiento. Luego él. Aunque solo tiene 33 años, ya es un veterano acostumbrado a sus altibajos.
Es lo que ha sucedido a raíz de la pandemia de coronavirus. El cierre de fronteras y la caída del turismo a partir del segundo cuatrimestre de 2020 marcaron el comienzo de un largo período de inactividad para muchos arrendadores. De acuerdo con un informe conjunto de la Sociedad de las Américas y el Consejo de las Américas, Cuba sufrió el año pasado la cuarta caída turística más grande de Latinoamérica (-74.6 por ciento). Entre mayo y diciembre, por ejemplo, el país recibió apenas algo más de 102 mil visitantes.
El saldo ha sido terrible. Según AirDNA, una firma de análisis de datos asentada en Barcelona, entre abril de 2020 y marzo de 2021 Airbnb generó en La Habana alrededor de 13 millones de dólares en ganancias totales, casi siete veces menos que en igual período anterior. Se trata de su peor desempeño en los últimos cinco años, una tendencia que se ha repetido en el resto del mundo: se estima que en 2020 Airbnb embolsó menos de la mitad de lo que ganó en 2019.
A fines de marzo de 2020, antes de que el gobierno cubano concediera facilidades fiscales para amortiguar el impacto de la pandemia, ya miles de arrendadores de todo el país habían entregado sus licencias para evitar el pago de impuestos. Otros, más pesimistas, pusieron sus apartamentos en venta. En la actualidad, con 9.910 rentas disponibles en Airbnb, La Habana tiene 1.800 menos que antes de que llegara el virus.
Que Luis haya conseguido un cliente por varios meses es una noticia excelente para su economía y la de las otras tres personas que lo ayudan en el negocio. Se trata justamente de un inquilino que conoció hace varios años a través de Airbnb, donde comenzó a anunciarse en 2017, después de veinte años haciéndolo de boca en boca y a través de las redes callejeras.
—Airbnb nos permitía llegar a muchísimos más clientes en todo el mundo sin intermediarios, además de funcionar como nuestros propios anunciantes —dice Luis.
Airbnb llegó a Cuba en abril de 2015, cuatro meses después del anuncio del restablecimiento de relaciones entre la isla y Estados Unidos. Debido a su interés por impulsar el desarrollo de emprendimientos privados en la isla, así como de acercar a cubanos y estadounidenses, la compañía fue una de las primeras en obtener licencia para hacer negocios en el país.
Claro que Airbnb no creó nada nuevo para la isla. A inicios de 2015, cuando la compañía comenzó a operar en Cuba, los arrendadores cubanos ya alquilaban al menos veinte mil casas y habitaciones. Se trataba de una pequeña industria que, según la Oficina Nacional de Estadística e Información (ONEI), asumía entonces una de cada cuatro pernoctaciones de visitantes extranjeros.
No obstante, sí encontró varios obstáculos poco usuales en el resto del mundo. Primero, el hecho de que los arrendadores deben tener una licencia para realizar su negocio. Segundo, que están obligados a informar los datos de todos sus clientes (incluyendo nombre, número de pasaporte, fecha de entrada y de salida) a la Dirección de Identificación, Inmigración y Extranjería. Y tercero, la imposibilidad de efectuar transacciones bancarias con los arrendadores cubanos debido al embargo estadounidense, algo que solucionaron a través de una empresa remitente de dinero.
Aun así, los balances financieros de Airbnb en la isla fueron un éxito desde el principio. Durante su primer año en Cuba, cuando solo podía hospedar a estadounidenses en el país, logró que más de 13 mil de ellos se quedaran en casas y habitaciones privadas, con lo que aseguró a sus anfitriones un promedio de 250 dólares por reservación, casi nueve veces el salario medio de la época.
—Esa etapa final de Obama fue un no parar de turistas, sobre todo estadounidenses —recuerda Luis—. Eran dos, tres, cuatro meses sin parar. Un grupo hacía el check-out y al rato otro hacía el check-in.
Airbnb, en Cuba, creció al compás del servicio de Internet, sobre todo a partir de 2018, cuando la Empresa de Telecomunicaciones de Cuba (Etecsa) lanzó el servicio de datos móviles para la gente. Sin embargo, nada fue tan fundamental como el aumento vertiginoso de turistas estadounidenses, que llegaron de a miles y siguieron multiplicándose hasta 2018.
Airbnb fue clave para que una considerable parte de ese turismo, que desbordaba la capacidad hotelera del país, se vinculara de manera más directa con el pujante sector privado.
—Para nosotros la experiencia fue muy gratificante, tanto monetaria como culturalmente —cree Gabriela.
Con 26 años, Gabriela fue la encargada hasta 2019 de gestionar la renta de un lujoso apartamento de tres habitaciones en Miramar, una de las zonas más exclusivas y con mayor cantidad de alquileres de La Habana. Lo había comprado su padre, un empresario español, y lo había puesto a su nombre en 2015. Sin embargo, no fue hasta la mitad de 2016 que decidieron abandonar el negocio de renta larga para anunciarse en Airbnb.
No podían haber escogido mejor momento. Entre 2016 y 2017, disponible ya el servicio para visitantes de cualquier nacionalidad, Cuba se convirtió en el mercado de mayor crecimiento para la compañía. A mediados de 2017, Airbnb garantizaba a los anunciantes cubanos un pago anual promedio de 2.700 dólares. Durante todo este tiempo, La Habana ha sido el destino nacional preferido de los turistas.
—A veces nos llegaban clientes recomendados por otros arrendadores o huéspedes y no podíamos aceptarlos, porque Airbnb nos mantenía llenos un promedio de 27 días al mes —recuerda Gabriela.
Según una investigación de Raúl Santiago-Bartolomei, especialista puertorriqueño en Desarrollo y Planificación Urbana y quien estudió la presencia de Airbnb en La Habana, entre 2015 y 2017 el número de reservas mensuales aumentó allí más de 12 mil por ciento. Los listados, por su parte, pasaron de poco más de 1.800 a más de 22.000.
—La llegada de Airbnb, al menos durante el período de mi estudio, facilitó que miles de hogares tuvieran una mejora económica sustancial —dice Santiago-Bartolomei—. También tuvo efectos secundarios, especialmente en cuanto a las inversiones para mejorar la calidad de las viviendas y la creación de nuevas actividades económicas ligadas a los alquileres a corto plazo.
En efecto: entre finales de 2016 y marzo de 2020, los ingresos mensuales totales de Airbnb en La Habana oscilaron entre los cuatro y los diez millones de dólares. En un país como Cuba, donde el salario mínimo aumentó recientemente al equivalente de 87 dólares –al cambio oficial- y donde más de la tercera parte de las viviendas están en condiciones regulares o malas, esto ha traído también una profundización de las diferencias sociales.
—Por el lado negativo —añade Santiago-Bartolomei—, la presencia de Airbnb está asociada a aumentos en los precios de compraventa y alquiler de viviendas a largo plazo, particularmente en los lugares más atractivos de La Habana.
Para Luis, los problemas empezaron con la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca.
—El turismo estadounidense entró en una especie de cuello de botella —dice—. Muchos querían venir pero no todos podían.
Entre 2017 y 2019, Donald Trump cortó casi todos los circuitos turísticos con Cuba: prohibió los viajes educativos pueblo a pueblo (la más popular de las doce categorías de viajes a Cuba impulsadas por la administración Obama para vadear la prohibición de hacer turismo en Cuba), la entrada a la isla de cruceros, yates y vuelos privados o corporativos provenientes de Estados Unidos; así como la realización de transacciones financieras con una cantidad cada vez mayor de empresas, instituciones y, sobre todo, hoteles cubanos.
Estas medidas, que buscaban cortar el flujo de dólares a los servicios militares cubanos, afectaron paulatinamente el número de visitantes a Cuba y, como efecto directo, el negocio de muchos privados.
—Nosotros seguimos recibiendo turismo de Europa, Canadá y Sudamérica, pero ese pedazo del pastel estadounidense se congeló —grafica Luis.
Sin embargo, los arrendadores cubanos –asociados o no a Airbnb– han debido lidiar con otros obstáculos internos, desde la interrupción por más de un año de la entrega de licencias de arrendamiento hasta el excesivo cobro de impuestos. La ausencia de un mercado mayorista y la continua escasez de productos básicos que golpea al país, sobre todo desde finales de 2019, son otros grandes problemas que afectan el desarrollo de rentas en el país.
—Cuando no tenía carro era muy difícil conseguir los insumos —recuerda Gabriela—. Tenía que ir a muchos lugares para encontrar todo: cloro, jabón, detergente, refrescos, huevos, pan; en fin, todo lo que llevaba una casa donde se lavaba cada tres días y desayunaba a diario una media de seis personas.
—Antes, si se me rompía algo, yo podía pedir una pieza afuera [a conocidos] y me llegaba relativamente rápido —se queja Luis—. Pero ahora no lo puedo hacer porque los viajes están restringidos debido a la pandemia. Eso, unido a la escasez que hay en Cuba, dificulta las cosas.
De momento, los arrendadores no pueden hacer mucho más que esperar que la pandemia se disipe, como lo hacen las tormentas, que vuelvan los turistas, y que Joe Biden cambie el rumbo de la política respecto a Cuba, aunque la Casa Blanca ha dejado saber que no contempla ningún viraje en las relaciones con la isla en el corto plazo.
Este artículo es parte de El último techo, un especial transnacional del Laboratorio de Periodismo Situado.