DIARIO DESDE MADRID: “NADIE TOMA EN SERIO MIS ALARMAS”

POR MARIO LUIS REYES BETANCOURT
ILUSTRACIÓN FEDERICO MERCANTE

Un periodista viaja a pasar una temporada en España. En el medio, la pandemia, el miedo y la soledad. A su alrededor los contagios y las muertes aumentan pero él tiene la cabeza puesta en La Habana. “Soy consciente de que vivo un poco en el futuro: en Cuba nadie toma en serio mis alarmas como yo no capté las de Wuhan”, escribe en su diario.

Día 1. Hoy me quedé sin trabajo. En España ya hay más de 2000 casos confirmados y 40 muertes por coronavirus. Quiero aprovechar estos días para viajar por el norte. El gobierno anuncia que decretará el Estado de Alarma. Es viernes 13 de marzo.

Día 2. Voy al mercado a hacer la compra. La calle está vacía. Un médico conocido me dice que esta situación durará un par de meses, pero no le presto demasiada atención. A las 10 de la noche escucho un ruido en la calle, son aplausos.

Día 3. Comienza oficialmente el confinamiento. Las redes sociales y Netflix ocupan casi todo mi tiempo. Mi madre, que vive en La Habana se empieza a preocupar por la situación acá. Le digo que esto demora aún. Se lo diré casi todos los días de esta cuarentena. En Cuba se han confirmado 4 casos. A las 8 pm vuelven los aplausos. Esta vez me sumo; son para los trabajadores sanitarios.

Día 4. Amanezco con buen ánimo. Voy al mercado de productos frescos a comprar hongos. Encuentro la calle desierta, me produce cierto morbo. Hago algunas fotos. Mantengo la distancia, la señora que vende los hongos me atiende de mala gana. Fuera de los supermercados hay largas filas porque los clientes deben separarse un metro. Me entregan unos guantes de nylon al entrar. Todo me parece raro. Envío fotos a mis amigos. Vivo en Madrid hace cinco meses pero mi cabeza sigue en La Habana.

Día 5. En España se anuncian medidas económicas anticrisis: 200,000 millones de euros, el 20% del PIB. Me duele el tabique.

Día 6. Primera muerte de un infectado en Cuba. Los reclamos en las redes para que cierren las fronteras se hacen más fuertes. También exigen la suspensión de las clases. Me empiezo a desentender de España, donde el ritmo de infectados y fallecidos crece a ritmo alarmante. Me preocupa más Cuba: un país envejecido, en medio de una crisis económica fuerte, donde ni siquiera se puede garantizar a toda la población el acceso al agua y a productos como el jabón. Allá mis amigos todavía salen a la calle, todavía se reúnen, como hice yo en Madrid hasta el último momento. No juzgo, y soy consciente de que vivo un poco en el futuro. Los observo con impotencia. Nadie toma en serio mis alarmas, como tampoco capté yo las de Wuhan. Los días se me hacen largos. Me afeito la barba y la cabeza, necesito cambios en este encierro.

Día 7. Amanezco un poco triste. Me obsesiona la información sobre el nuevo coronavirus. Me desesperan los idiotas que se la pasan opinando sin entender nada. España tiene 17,147 contagiados y Cuba 16. Mi jefa me envía un video motivacional por WhatsApp y me saca alguna lágrima. Esta epidemia me ha hecho sentirme por primera vez ciudadano de Madrid. La tragedia nos une. Le empiezo a dar instrucciones a mi familia en Cuba. Por primera vez me cuesta un poco dormir.

Día 8. Estoy agobiado. Soy claustrofóbico. Hago unas pocas planchas y abdominales. He perdido el apetito. Quiero dejar el periodismo, quiero dejar de escribir. Me está afectando tanta información. Hablo con un amigo que se encuentra en una situación parecida. Me calma. Luego hablo con otro, y con otro. En Cuba el presidente anuncia el cierre de fronteras. Es un pequeño alivio, pero ya hay 21 casos. Pienso que es tarde para esa única medida, pero no lo digo. Otra vez me cuesta dormir.

Día 9. Paso la mañana leyendo. Salgo a hacer compras al supermercado por segunda vez. Necesito aire puro. La calle está desierta. Pasan ambulancias en diferentes direcciones. La poca gente que me cruzo en la calle lleva mascarillas y guantes. Yo no. Me siento un apestado, un irresponsable. Me alejo un metro de la gente y la gente se aleja un metro de mí. Todo el mundo es una amenaza. Me entristece ser una amenaza. Regreso con la compra. No quiero volver a salir.

Día 10. Solo pude dormir 5 horas. Pruebo hacer ejercicios aeróbicos. He dejado de sentir dolor en el tabique. No sé cuánto durará el encierro. No sé cuándo podré volver a trabajar. No sé cómo será Madrid al salir de esta. No puedo ir a visitar a mi familia en Cuba. Me siento atrapado. Pienso que debería sentir pánico, pero la certeza de que tanta gente pasa por lo mismo me alivia. En Cuba hay 35 casos. Las redes sociales aumentan mi ansiedad. En España ya cuentan 28,572 infectados, los hospitales comienzan a colapsar. El gobierno extiende el estado de alarma por 15 días más. Mi familia en Cuba se preocupa por mí y yo por ellos.

Día 11. Cada día amanezco más ansioso. Hoy fueron 462 los fallecimientos. Mi madre me cuenta que en Cuba la gente continúa su vida normal, escuelas, gimnasios, trabajos. Me llama un amigo y me ofrece trabajo como redactor en una revista. Después de pensarlo decido aceptar. No tengo trabajo, no se cuánto dure esto, no escribo notas de prensa desde mis inicios en la carrera, pero creo que me pueden ayudar a ocupar el tiempo. Hablo por teléfono con mi familia. Me impresiona que el gobierno cubano no tome medidas aún. Ellos me dicen que están tranquilos, que el gobierno no puede ser tan inconsciente como para llevarlos a una situación así. No sé si es confianza o resignación. Siento lástima, impotencia. Yo lo veo muy claro, si no se toman medidas urgentes va a ser muy difícil evitar una tragedia. Odio por un momento a esos gobernantes. Me pasa por la mente la palabra asesinos. Le digo a mi familia que no pueden salir. Son personas mayores, pertenecen a los grupos de riesgo. Después de colgar lloro un poco. Una hora después el gobierno cubano anuncia una buena parte de las medidas que yo defendía. Me alivia.

Día 12. Voy a escribir otra nota. Ha muerto Juan Padrón, el autor de los dibujos animados más populares de Cuba. La noticia me destroza. Las redes sociales se llenan de mensajes homenajeandolo. La pandemia no ha logrado unir a los cubanos de diferentes signos políticos pero Padrón sí.

Día 13. Siento que escribir me está ayudando a pasar el tiempo. Lo voy disfrutando de a poco. Vuelvo a inquietarme por Cuba, pues la gente sigue aglomerándose en la calle. Me preocupa su frágil economía, su deteriorado sistema sanitario, la mediocridad de sus dirigentes políticos, la indisciplina y la vulnerabilidad de la población, me el desabastecimiento, los ancianos que viven solos. Me alivia el nivel de los médicos y los científicos, me alivia el control totalitario que ejerce el poder sobre los ciudadanos, por primera, y espero, última vez en mi vida.

Día 14. Ya debo salir a comprar comida pero me da bajón ver lo que hay afuera. Escribo este diario. Ahora España es el segundo país del mundo con más muertes por coronavirus. En Cuba ya cuentan 67 casos. Todo me parece tan triste.