LAS CUBANAS DE MIAMI QUE NO TIENEN PERMITIDA LA CUARENTENA

POR DARCY BORRERO BATISTA
ILUSTRACIÓN FEDERICO MERCANTE

A pesar de su embarazo, Daniela pasa ocho horas por día parada detrás de la caja de una gasolinera. Su única protección son una mascarilla y los guantes de nylon con los que agarra el dinero de los clientes y su propia comida. Al final del turno la reemplaza otra cubana. En un país con más de 189 mil infectados por coronavirus para ellas el aislamiento no es una opción.

Daniela está parada tras el mostrador de una gasolinera de Miami. Tiene una barriga de ocho meses de embarazo y ella ahí, de pie. Con los guantes de nylon pasa la mercadería por el aparato codificador, recibe el dinero y lo guarda en la caja. Así durante 8 horas, día y noche. Espera que en algún momento sus patrones le paguen su salario y le digan que vaya a casa, que es tiempo de cuidar de ella y su bebé.

—Ojalá lo hagan ya —dice con cara de cansancio.

Entre un cliente y otro come un sándwich sin quitarse los guantes. Solo en la Florida, donde reside desde que emigró de Cuba, el número de casos positivos de coronavirus sobrepasa el millar y obliga a la mayor parte de la población a mantenerse en sus hogares. Daniela no forma parte de esa mayoría.

Hoy terminará su turno las 8 am. A esa hora ocupará su lugar otra cubana: Minerva emigró a Estados Unidos hace 39 años y nunca más volvió a su país. Llegó con la cabeza llena de piojos, dice, después de haber pasado junto a su hermana tres semanas en la Embajada del Perú en la isla. Fue, en toda regla, una de las protagonistas de la crisis migratoria de los ‘80 en La Habana y Mariel.

La mujer supera los 60 años y acaba de cumplir tres trabajando en la gasolinera. Se ha ido y ha vuelto, explica. Para Minerva tampoco existe la cuarentena. Sus medidas de protección se limitan a llevar guantes y mascarilla.

En un país que registra más de 189 mil casos de contagio confirmados y 4 mil muertes estas dos mujeres tienen que seguir trabajando en la gasolinera. Para el presidente de la nación, Donald Trump, cerrar escuelas y negocios, enviar una suma de 1000 dólares a cada residente o ciudadano, es suficiente.

Alexei también es cubano. Está radicado en Las Vegas. El treintañero sobrevivía conduciendo un Uber. El negocio perdió rentabilidad y Alexei hoy cree que es más importante evitar el contagio que los dólares que puede embolsillar. Para entenderlo le hizo falta más que la lógica: emoción. Un día, tras haber transportado clientes de un punto a otro de la ciudad, sintió un malestar que lo llevó a emergencias, donde le aplicaron un test para detectar el virus causante del COVID-19.

Le aplicaron el CDC 2029-Novel Coronavirus (2019-nCoV) Real-Time Reverse Transcriptase (RT)-PCR Diagnostic Panel, el único un test con potencial de diagnóstico. Aún los expertos trabajan en la creación de un examen más efectivo: la serología, que busca anticuerpos y permite su detección incluso en la fase asintomática.

El lunes 23 de marzo, Alexei preparaba el almuerzo junto a su esposa en un apartamento de Las Vegas. Estaban ansiosos: llevaban horas esperando el resultado. Al mediodía respiraron con alivio: test negativo al COVID-19.

El susto hizo que Alexei tomara precauciones y dejara el UBER por un tiempo.

Alexei es migrante, menos de 40, padre. Trabajador informal. ¿Su cuarentena de qué o quién depende? ¿Qué representa la suma de unos 3000 dólares que debe enviar el gobierno a su casa en Las Vegas? El presidente indicó que habría exoneración del pago de la renta y los bills (cuentas). Pero dejar de trabajar no era una opción para este cubano que además de los gastos corrientes envía remesas a sus familiares en Cuba. El coronavirus, si acaso, viene a reforzar la medida de restricción de remesas a la Isla impuesta el pasado año por Donald Trump.

Desde el otro lado, donde viven los viejos de los cubanos-americanos -población de alto riesgo ante el virus-, algunos han decidido firmar una petición a la Casa Blanca. Solicitan un respiro para el pueblo cubano, que tiene la población más envejecida de América Latina.

Minerva rompió con lo que llama “castrismo” hace demasiado tiempo. A Daniela le es más o menos indiferente. Lo que hoy les preocupan son sus familias, porque las 90 millas entre capitalismo y socialismo sirven para confirmar la polarización pero también la cercanía emocional.

Acá y allá los gobiernos han previsto la cuarentena por 30 días, el tiempo que le falta al bebé de Daniela para venir al mundo. Que esté a salvo no depende solo de la placenta de su madre.