SANTA CLARA: SI ENTRA EL CORONAVIRUS LO COGEMOS TODOS
POR LAURA RODRÍGUEZ FUENTES
ILUSTRACIÓN FEDERICO MERCANTE
En Santa Clara el miedo al contagio no alteró las costumbres. Aunque el gobierno prohibió los espectáculos públicos miles de personas recorren los mercados en busca de ofertas, hay colas interminables en bancos y farmacias y cientos de turistas disfrutan en bares y restaurantes.
Todos los domingos, desde las seis de la mañana hasta entrado el mediodía, más de diez mil personas recorren los 144 puestos del mercado de Buen Viaje de Santa Clara. Se amontonan, se aplastan entre sí y tocan los productos que luego otros llevan a sus casas.
El miércoles 11 de marzo el Ministerio de Salud confirmó los primeros casos de coronavirus en el país. En los parques y las paradas de ómnibus los santaclareños especularon sobre un contagio inminente -“A lo mejor se sentó aquí” o “tomó café allá”- y los hosteleros comenzaron a preocuparse por la caída de sus reservas online.
Pero el miedo no alteró las costumbres de la ciudad.
—No he visto que nada haya cambiado, la vida sigue igual —dice Emilio Molina, de 73 años, sentado en un banco.
Emilio sabe que pertenece al grupo más vulnerable al nuevo virus. Aún así los fines de semana sigue yendo al mercado.
—Nadie se quiere morir de hambre. Los domingos son los únicos días de feria, si no salimos hoy a comprar, no habrá otro para encontrar las cosas más baratas.
Un grupo de personas sedientas hace fila en una guarapera y la dependienta acelera el enjuague de los vasos para que no perder la clientela. Más allá, un carnicero conversa sobre el último parte del Ministerio de Salud mientras le entrega a una mujer un pedazo de jamón para la merienda de sus hijos.
A menos de 20 centímetros de la tienda Siboney los clientes conversan cerca uno del otro. No podría ser de otra manera, sino perderían el sitio en la cola para alcanzar los dos paquetes de muslos de pollo que dispone el gobierno para cada comprador.
—Hoy entraron los tres mosqueteros —explica Anay Silverio, una de las mujeres en la fila.
Los tres mosqueteros son: el pollo, el papel y al aceite.
—Pero tienes que hacer una cola para cada producto —dice Anay.
En la zona de las tiendas TRD, que no supera los 40 metros cuadrados, hay esta mañana más de 100 personas que se suman a los 57 trabajadores.
—Si entra el coronavirus, aquí lo vamos a coger todos —dice uno de los clientes.
La tienda no tiene refrigeración artificial ni fuente natural de entrada de aire.
—Estamos respirando lo mismo. No sé para qué quitaron eso de los espectáculos públicos, si una cola de estas es peor. Para colmo, aquí mismo viene a comprar también mucha gente que vive afuera y que están de visita.
En el parque Vidal, en el reparto hospitalario, en la universidad, una muchedumbre se amalgama para entrar ómnibus con capacidad para 45 personas en los que suelen embarcarse más de 50. Mientras tanto, el gobierno dio a conocer que dos nuevos casos confirmados también provienen de Santa Clara.
La terminal intermunicipal -también conocida como “terminal vieja”- está a un kilómetro del centro. Hace una semana el gobierno cerró la otra estación de ómnibus.
—Por las mañanas esto se vuelve un infierno, es mucha gente tratando de viajar. Imagínate, los que van para las provincias y los que viajan a diario para sus municipios — dice un despachador de pasajes.
Nadie sabe cuándo volverán a abrir la otra terminal.
—Por aquí pasan por cada turno más de 600 personas, unas con pasajes comprados, otros para anotarse en la lista de espera, y varios extranjeros perdidos que vienen buscando taxis —dice el empleado.
Además de las colas para el transporte o en los mercados, se ven grupos de ancianos esperando ser atendidos en las farmacias o frente a los cajeros automáticos.
Si bien el gobierno suspendió los espectáculos y conciertos, los bares y restaurantes estatales de Santa Clara continúan abiertos al público. La mayorías de las mesas están ocupadas por turistas. También siguen abiertos los hostales de la ciudad y de la cayería norte de Villa Clara. La única medida que tomaron los administradores y gerentes es pedirle a los clientes que se laven las manos con agua clorada antes de ingresar.